jueves, 13 de junio de 2013

Faltaría más, gracias a ti.

Quizás hayas vivido una situación como esta que te describo: Una compañía quiere presentarte su producto y un presupuesto que previamente has solicitado, con ese fin te visita un CEO y dos de sus técnicos que, tras la presentación, te proponen ir a comer a un magnífico restaurante, al que te desplazan en un BMW requetefull equipe, no sin antes realizar una reserva con un móvil de una generación siguiente a la última. Al llegar constatas que sin duda frecuentan el restaurante, pues son recibidos con ceremonia y exagerado entusiasmo. La exquisita comida acompañada de notable vino, culminó con un sablazo que soportó la tarjeta de crédito de tu anfitrión. En la sobremesa, además, te obsequiaron con un regalo corporativo, momento que se hizo coincidir con la entrega del presupuesto. 

Al recibir el regalo, tu buena educación te llevó a dar las gracias por el obsequio, por la comida y por la tan agradable sobremesa a lo que, sin duda, tus anfitriones risueños y agradecidos te contestaron entones: Faltaría más, gracias a ti. 

¿Por qué dirán eso de gracias a ti? ¿Por educación o por algo más? 

¿Quién crees que ha pagado el sablazo, el proveedor o tú? Yo te lo digo, si aceptas el presupuesto, la comida y todo lo demás lo habrás pagado tú y tú y tú y solamente tú, y es muy probable que hayas pagado no solo esta comida, sino varias comidas de terceros a los que tú, ni siquiera conoces. Esa es la realidad aunque la tarjeta de crédito que pagó aquello era la de tu anfitrión, por eso te dicen, Faltaría más, gracias a ti. 

El alarde gastronómico, o el agasajo desmesurado, consideraciones fiscales aparte, en la economía de empresa cabría incluirlo en la categoría de gasto general, donde injustamente coincidiría con otros, estos si, absolutamente más necesarios, como la renta que se paga por un despacho, los suministros, el sueldo del personal de administración, los gastos de asesoría...  En general, todos los gastos que no se imputan directamente a la producción de los bienes o servicios que fabrica o presta una empresa constituyen los denominados gastos generales, y cada bien o servicio, vendido por esa empresa, tiene que contribuir con una parte de su precio a cubrir dichos gastos. Es decir, los gastos generales de una empresa gravan el precio de los bienes y servicios que ésta produce.  

Por eso, porque gravan el precio, es muy importante reducir los mismos mediante una buena gestión, pero, sobre todo es imprescindible analizar lo oportuno de cada gasto. Por ejemplo, no caigas en la tentación de que, porque vayas a utilizarlo tú, tu empresa tenga el coche que a ti te apasiona y no el que necesita. Ten en cuenta que el gasto general no solo tiene un componente económico sino que es un elemento de comunicación muy valioso que ayuda a descubrir muchas cosas y comportamientos.

Pero a lo que íbamos, ¿Cómo proceder entonces ante un agasajo gastronómico o de otra índole que sea desmesurado? Mi consejo es que enseñes a tus anfitriones un poco de economía, de tal modo que después de ponerse tibios, cuando te entreguen el presupuesto, tras ojearlo un tanto misterioso, alza la vista y sentencia: 

El mejor gasto general es aquel que ni está ni se le espera.

Te mirarán sorprendidos, guarda entonces el presupuesto para estudiarlo y no olvides, si aceptas, descontar todo lo que sobraba, Faltaría más, gracias a ellos.  







Garboó Riocía & García Rioboó
  


    




  

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