domingo, 8 de junio de 2014

Meterse en un jardín

La Abadía es el primer nombre que aparece en el listado alfabético de municipios de Extremadura. A La Abadía le siguen Abertura, Acebo, Acehuche, Aceituna, Aceitunilla... Yo creía conocer bien donde vivo y resulta que no conozco realmente ni uno solo de esos seis primeros municipios que he nombrado. Me siento mal, porque vivo en Extremadura y me temo que una buena parte de ella me resulta ajena y me siento doblemente mal porque aconsejo emprender en Extremadura y realmente no la conozco ¿Nos pasará a muchos?

Decidí que poco a poco iría limando mi ignorancia y, siguiendo el recurrente orden alfabético, empecé por Abadía, el municipio cacereño que situado en la maravillosa comarca del río Ambroz, ocupa el primer lugar de la lista. Busco en la Abadía algo interesante que decirles a los emprendedores.

Tras perder el tiempo leyendo muchos "corta pegas" y seguir encontrando información para los turistas, navegando, navegando, encontré, por fin lo que yo buscaba, información para los emprendedores, en un artículo titulado La Abadía de Cáceres: espejo literario de un jardín. cuyo autor es Pedro Navascués Palacio. El artículo es magnífico y el título enseguida se entiende. (Puede leerse en el anuario de 1993 de Historia del Arte de la UAM )

Entre los más bellos y refinados jardines que hayan existido jamás en España se encuentra el que Don Fernando Álvarez de Toledo, III Duque de Alba, levantara en Abadía, en la segunda mitad del siglo XVI. Su riqueza competía con la de los jardines reales de Felipe II y su arte rivalizaba con cuanto entonces se hacía en Flandes e Italia. 


Según Navascués, esta afirmación, pero en lenguaje poético, está contenida en este perdido verso de Bartolomé de Villalva, que visitó Abadía en 1577

El que viniere a ver esta Abadia, 
a este jardín y huerto esclarecido, 
para notar y ver bien su valía, 
muy necesario es que haya corrido 
lo que nuestro Felipe poseía, 
y los que en Flandes más han florecido; 
de Italia ha de tener mucha noticia 
para su ser preciar, gala y pulicía 

Lope de Vega, en la que hubiera sido una deliciosa Guía Repsol del siglo de Oro de la literatura española, nos ayuda a localizar este privilegiado lugar y nos pone en antecedentes de que lo que allí hubo no es cosa menor y que el jardín no estaba solo.

Abadía yace donde comienza Extremadura; 
al pie del monte que divide España, 
un hermoso jardín, que en hermosura 
los pensiles hibleos acompaña; 
de las nevadas sierras de Segura 
el rio Serracinos baja, 
y baña los cimientos del muro, y las almenas 
miran por sus cristales las arenas 

En efecto, el jardín formaba parte de un conjunto con un palacio, antes abadía y fortaleza de templarios, que fue residencia ocasional del propio Duque de Alba y lugar de descanso Real probado desde los Reyes Católicos a Felipe II.

Sin embargo el fabuloso jardín, nacido en un paraíso natural, monumento nacional desde 1931, y que por distintos motivos fue conocido por Villalba, Lope de Vega, pero también por Juan Boscán y Garcilaso de la Vega, está en gran parte perdido. Pero la historia no acaba ahí, pues en Abadía, hay además un convento maltrecho que perteneció a la orden franciscana. Se trata del convento de la Bien Parada, bien de interés cultural que espera turno para ser rehabilitado.


Llama la atención el patrimonio de La Abadía y también el lamento y el pesar por lo mucho que de ese patrimonio se ha perdido. Esto es comprensible pero también entraña riesgo, pues la pérdida será mayor, cuando una reacción como el lamento, se convierte en una actitud, pues entonces embarga, y si tal ocurre, no solo se consumará la pérdida del patrimonio sino que también la de su historia, y siendo grave lo primero, imperdonable es lo segundo, porque como ya sabemos La Abadía rezuma historia y un lugar con historia es un lugar lleno de oportunidades.

Ya hace siglos que así lo entendieron Villalba y Lope de Vega  pues para el primero aquello era pronóstico de mucha jardinería, y para el segundo el jardín permitía especies que Castilla no admitía 

Igual que en el invierno y en el verano
crece el naranjo con su fruto de oro
y cuando el monte más nevado y cano,
mejor se precia de su igual tesoro;

En otro post seguiremos ayudando a descubrir esas oportunidades pues algo tiene que tener Abadía que le lleve a ser la primera.




Garboó Riocía & García Rioboó


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